El humo del cigarrillo se confunde con el vapor que sale de mi boca mientras recuerdo que no se fumar. La ciudad está terriblemente nostálgica esta mañana. El cielo parece el reflejo de la mirada de una mujer triste que no encuentra el camino de regreso a los brazos de su amante, perdida entre el asfalto herido de muerte y los piropos inescrupulosos de los obreros.
Camino hacia el puesto de diarios, donde el vendedor me cuenta lo dura que está la vida y como la maldita crisis lo ha golpeado en medio de este crudo invierno. Confiesa estar mal del corazón y que los médicos aún no le han encontrado un diagnóstico certero, cree que quizás es sólo el cansancio de la lucha diaria. Me promete que no perderá las esperanzas y sonríe iluminando un futuro mejor, uno donde el único mal de corazón que lo aqueje sea el de un amor rebelde.
Revuelvo mis bolsillos en busca de monedas para comprar el diario. Saludo al hombre y sigo camino. Esquivo algunas noticias y me detengo ante mi horóscopo: “Hoy en día los milagros escasean”. Veo en la esquina a una señora tapada por una manta llena de agujeros y creo en la total veracidad de la astrología.
El chiste de Mafalda me devuelve el alma al cuerpo. Pocos tienen el tiempo para pensar la realidad de manera similar a como lo hacía esa niña. Entender que sirve de algo sostener con nuestras pequeñas manos al mundo, sea quizás comprender que todo puede mejorar. Hoy en día los milagros escasean, es cierto, pero no son nulos, quizás un pequeño rayo de inspiración nos alcance y salvemos los mantos de las pobres viejitas de ser baleados por el frío.
Me siento junto a la fuente de la peatonal. Es medio día y las nubes se van corriendo temerosas para dejar brillar al sol.
Buenos días ciudad. Me toca regresar a casa.
DANIEL CAMPS
Pd: No volví a ver a la señora, pero me comprometo a lograr que esto trascienda de la palabra escrita y se transforme en un accionar solidario. Cualquier mano será bienvenida. Gracias.